domingo, 10 de abril de 2022

¡Qué vuelva Raúl Núñez!

 (Escrito en 2013)

“Trabajo: ésta es la palabra mágica en un mundo que no sabe hacer otra cosa para no morir de aburrimiento” (1)


"-     ¿Cuántos años tienes?
 -     Cuarenta.
 -     ¿Y TODAVÍA TE SIGUES TOMANDO EN SERIO A LAS MUJERES, GILIPOLLAS?”
 Sinatra apretó los labios y bajó la mirada.
 -     No puedo evitarlo.
 -     Pues, entonces, jódete.” (2)

 

Raúl Núñez, autor hoy olvidado, es algo así como el Bukowski o John Fante de habla hispana: la vida, en las dos novelas que he podido conseguir del autor, gira en torno al alcohol y a la soledad. El narrador es un personaje asiduo a los bares de mala muerte y las cloacas de la ciudad, los bajos fondos, sitios donde parece que no debiera existir la esperanza y tampoco nada con que disimular esta carencia. Sin embargo, estos antihéroes que narran, y los estrafalarios personajes con los que se relacionan, pese a la tristeza, pese a las dificultades de una vida de golpes y sin ambición, pese a que llevan en la frente grabada la palabra “Perdedor”; no terminan de perder la esperanza de forma definitiva y se agarran a cualquier clavo, por mucho que arda. Mola cómo escribe Núñez porque utiliza un lenguaje directo, afilado, que corta como cuchillos. Mola porque sus novelas tienen ese halo de humor cínico, sombrío, e incluso absurdo: por lo menos el narrador sabe quién es, lo que es; pese a que a veces pueda dejarse llevar por un delirio, que es delirio consciente y no sueño o anhelo, simplemente una licencia a la locura para sobrellevar mejor los momentos amargos. Núñez era alcohólico y sus protagonistas son alcohólicos: el alcohol es la forma de vida, la gasolina para continuar viviendo una vida hastiada y amarga; que pese a todo es una extraordinaria concatenación de sucesos, cada cuál más inverosímil. Son personajes también solitarios, estrambóticos, que desean ante todo ser amados por una mujer bonita, y debido a la inexorable ausencia de amor, se conforman con sexo. Sexo con cualquiera. Es duro no saber qué hacer con la vida. Más duro aún saber que no vas a hacer nada que te llene en la misma. Si cabe, todavía más duro saber que no estás capacitado para ello, si es que algo te llena. Y en última instancia, en el remoto caso de que  estés capacitado, de que no recibirás oportunidad alguna, y que tú, en el estado en el que te encuentras, tampoco sabrás creártela. Estos personajes viven el día a día en un clima autóctono, propio, alejado de los “problemas de la sociedad”; con los suyos tienen más que suficiente. Si tienen un golpe de suerte; es decir, si ganan un buen pellizco de pasta, no debe  dudarse que se invertirá en más alcohol y más sexo en el menor tiempo posible. Y en cambio, pese a la desolación que transmiten: parecen cómodos en su rol de parásito. Han asumido su realidad, y aunque como todo el mundo, se autoengañan, es un engaño de calado menor. En su realidad, viven cada día como si fuera el último, les da igual  lo que les puede deparar el mañana, el hoy ya es suficientemente jodido. Sobrevivir al hoy ya es un hito.

Núñez nos muestra esa otra realidad, ficcionada, que es la suya. Si fuera norteamericano, probablemente sería adorado por multitudes, como lo son Bukowski y Fante. Pero como es nacido en Argentina, aunque vivió en España un buen periplo, encontrar un libro suyo es una auténtica odisea. Todos están descatalogados, y tienes que rebuscar a fondo en librerías de viejo y ferias del libro antiguo. Mientras tanto, tenemos que soportar que nos invadan el cerebro con innumerables truños que cada día se publican. He de reconocer que llegué a su obra de casualidad: un librero me lo recomendó fervientemente, además tenía el añadido que estaba publicado en la mítica y contracultural colección editorial Star Books (Kerouac, Cassady, Burroughs, Sam J. Lundwall, Alfred Jarry, Jom Morrison, Guthrie o Hunter S. Thompson, entre otros). El libro se titulaba Derrama whisky sobre tu amigo muerto, y por supuesto me encantó. Hace poco, mirando entre montones y montones de libros viejos, tuve la suerte de dar con Sinatra. Novela urbana. Me lo agencié con premura, la misma que me hizo comenzar y finiquitar la obra en un santiamén: si bien no me pareció a la altura de la anteriormente citada, también me agradó muchísimo. Y es que ese seguir hacia delante a pesar de la atmósfera desoladora y todas las sorpresas que puedan acaecer engancha. En cierta forma, Núñez hacía novelas existencialistas urbanas, con toques surrealistas.

“No podía imaginar al mundo sin el sexo. ¿Qué sería de nosotros? Cuántas cosas habrían perdido definitivamente su sentido.
¿Para qué los desgastados tejanos ceñidos sobre el culo; para qué el nilón negro enfundando las piernas de una corista platinada; para qué las blusas entreabiertas hasta el quinto botón; para qué el perfume de sándalo sobre una piel de terciopelo; para qué las agotadoras madrugadas compartidas en un hotel barato; en definitiva: para qué la vida?” (1)

 

“Sinatra lo miraba todo.
Miraba a los oscuros chaperos que esperaban conseguir su noche sentados en la barandilla del metro Liceo. Miraba a las niñas de rizados cabellos que enseñaban sus braguitas blancas a través de los finos vestidos. Miraba a los secreta de chaquetas abiertas, bigotes poco convincentes y gafas oscuras que caminaban seguros y evidentes. Miraba a los resignados maridos que tomaban un granizado de limón en las terrazas junto a una esposa gorda y somnolienta. Miraba a los belicosos borrachos de ojos enrojecidos que maldecían a la luna llena.
Y Natalia no estaba.” (2)



(1) Derrama whisky sobre tu amigo muerto, Raúl Núñez, 1979. Editado por Star Books.


(2) Sinatra. Novela urbana, Raúl Núñez, 1984. Editado por Anagrama.

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