domingo, 10 de abril de 2022

Belleza

 (Escrito en 2012)

La belleza verdadera debe suponer un “shock” para el espectador, provocar un relámpago interno que deje anonadado al observador, causar tal impresión que se le tambaleen las piernas. Los patrones de belleza son una patraña; la belleza es y debe ser totalmente subjetiva, más aún, no sólo física sino completa. La grandiosidad de la subjetividad estética es que cada uno puede tener conceptos divergentes sobre algo/alguien y ninguno estar equivocado bajo su baremo particular, que es el que debiera contar a la hora D para cada cuál. Si bien es cierto que los baremos particulares no son inamovibles, que la mente y las ideas suelen ser dinámicas, y que cualquiera puede cambiar de gusto para retornar (o no) al originario, eso es lo de menos. Lo importante es el momento, la sensación causada en el instante preciso en que se experimentó una sacudida eléctrica debido a la belleza percibida, incluso intuida. Llenarse de silicona todos los sitios imaginables no hace a alguien más bello per se; puede ser que sí más llamativo, podría aceptar también el calificativo atractivo (para según quién). Pero esa atracción causada no tiene nada que ver con la belleza, sino más bien con la manipulación cerebral sufrida por los años inmersos en determinada sociedad y también por la fuerza ejercida por las hormonas y  neurotransmisores segregados por el propio cuerpo. Es indudable que dos tetas de tamaño considerable, una cara bonita o un culo tipo menudo culamen llaman la atención, más por exuberancia o cánones que por otra cosa. A lo que yo me refiero es a la belleza telúrica, la que da sacudidas y deja a uno en estado de seminconsciencia, flotando en una  nube. No son opciones incompatibles que una chica con grandes pechos, carita de porcelana y culo bien puesto posea la belleza  desde un punto de vista personal, o lo que es lo mismo, la única que merece la pena, pero a lo que me estoy refiriendo es a que son cualidades que por sí mismas, no garantizan belleza, entendida cómo se pretende expresar en este texto.  La belleza debe causar regocijo interno, una pequeña y brusca liberación de cocaína que haga erizar todos los orificios de la piel y provoque que los ojos se queden en blanco. La belleza verdadera acojona, causa un vértigo abisal que a su vez hace que no se pueda apartar la vista de ella, que no se pueda mover uno sin tropezar con el aire, objetos, personas, paredes, pensamientos. Una vez la belleza es descubierta el cuerpo y la mente se embriagan de entusiasmo, vitalidad, atrevimiento, osadía; generalmente no intencionada, sino automática, inconsciente, conducida por la inevitable inercia que impulsa hacia ella.

 

La belleza verdadera es la forma en que pronuncias las palabras, frases, interjecciones. La belleza es tu expresiva mirada, tus ojos de color marrón que a mí sólo me parecen iridiscentes. La belleza es esa sonrisa que desarma y me deja, por unas milésimas, a merced de tu entera voluntad. La belleza es el olor corporal que desprendes y que se incrusta en mi cerebro de forma definitoria y permanente. La belleza es el tacto de tu piel, con esa suavidad innata y esa blancura característica, con pequeños accidentes geográfico-anatómicos cuyo contraste causan delirio y llevan a la locura. La belleza son tus piernas, tus pechos, tu cuerpo. Tu aura. La belleza es tu forma de ser. La belleza es tu sinceridad algunas veces, tu disimulo otras,  tus enfados casi siempre. La belleza es subjetiva y mi mirada, mi cerebro, mis pensamientos me dicen que tú eres la más bella del mundo; una preciosidad de carne y hueso, humana, con innumerables defectos que contribuyen a incrementar a mis ojos esa belleza que subyuga y me deja cataléptico. El cielo es formar parte de, conseguir por un tiempo, la belleza que desprendes: se escapa de las manos pero la sensación orgiástica queda en el recuerdo. La belleza es una adicción a la que no quiero ni puedo renunciar. La belleza mueve el mundo. Con el anhelo de encontrar la belleza me levanto cada día, hasta que te encontré, ahora no es un anhelo ni un deseo, es más bien la pura realidad. La belleza es voluptuosidad. La belleza eres tú.

“La belleza, ni dinámica ni estática (...) La belleza será CONVULSIVA o no será.” (1)

 

(1) Nadja, 1928, André Breton. Traducido por José Ignacio Velásquez y editado por Cátedra.

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