(Escrito en 2013)
“Es muy fácil desaparecer. Muy fácil ponerse un abrigo rojo, apagar todas las luces, irse a otro lugar, no regresar a dormir a ningún lado. Nadie me esperaba en ninguna cama. Ahora sí.” (1)
Los ingrávidos de la mejicana Valeria Luiselli es una novela que me ha sorprendido de forma muy grata por su propuesta, la estructura y el lenguaje utilizado. Se lee con avidez y en un suspiro; de alguna forma la podríamos considera una novela experimental, o una serie de aforismos entrelazados para formar un entramado novelístico. Pero no aforismos puros y duros, porque existen personajes, o quizá mejor sería afirmar que existen entes fantasmales, varias voces que a mí me da la sensación que en realidad son sólo una: la misma en distintas circunstancias, en distintos cuerpos, en distintas épocas. Siempre en primera persona, entablado a modo de juego tipo puzzle, explora y divierte, asimismo gotea reflexiones acerca de la vida, de la cotidianidad de la vida, con especial prestancia hacia los pequeños excéntricos detalles. Pese a la propuesta está escrita de forma sencilla, con frases cortas en cierta manera evocativas; unido al especial atractivo del uso de un español del continente americano, que a juicio de un español penínsular, recubre la obra de una elegancia y un atractivo esencial. Es minuciosa en el empleo de las palabras, no peca de un exceso de verborrea tan característico en quiénes quieren mostrar toda su sapiencia en una obra primeriza. Demuestra que menos es más, porque transmite el agobio de una vida que no se ha desarrollado como se esperaba de chiquita, y a su vez, la calmosa resignación y aceptación de esta misma vida. Porque pese a que podemos vislumbrar destellos de tipo existencialista, no existe desesperación, sino una proba mirada de lo que significa ser humano: sin dramatizar, y en cambio de forma diáfana, con claridad. Como si el narrador que se desdobla en diversos narradores-personajes (como he mencionado con anterioridad, para mí todas las voces pertenecen al mismo) estuviera muerto y tan sólo hiciera un sosegado (con ciertos puntos críticos) repaso de momentos de su vida. También creo que merece la pena mencionar, pese a que es una obra de ficción, cómo experimenta la autora con el límite novelístico de no ficción-ficción, ya que al comienzo podemos pensar que es una especie de relato autobiográfico de la narradora, y conforme avanzamos en la lectura nos damos cuenta de que en realidad no sabemos quién es el o la protagonista real, en caso de ser diferentes.
“Mi marido se fue a Filadelfia. Supongo que era lo natural. Primero, el mutuo acoso. Perseguir al otro y dejarse perseguir hasta que nadie tenga un centímetro de aire. Gestar un odio infinito por el otro. No tanto el tedio (eso hubiera sido seguir veinte años a su lado y terminar durmiendo en otra cama). No tanto el desprecio (el tamaño insuficiente de sus manos, la temperatura inofensiva de su cuerpo dormido, el sabor de su sexo). Sino el odio. Romper al otro, quebrarlo emocionalmente una y otra vez. Dejarse romper. Escribir esto es vulgar. Pero la realidad lo es aún más. Después, las acusaciones de orden moral. La lista de defectos del acusado, siempre acompañada de la lista tácita de virtudes del acusador. Sube la temperatura de las discusiones, empieza el histrionismo casi cómico del drama. Caras, caretas. Uno grita; la otra llora; y después, cambiar de careta. Así una, dos, tres o seis horas, hasta que por fin se cae el mundo: el día de mañana, este domingo, el próximo miércoles, la Navidad. Pero al final, una extraña paz, recogida de quién sabe qué entraña podrida. Hubo un solo gesto que me rompió – que me terminó de romper-. Su grito de júbilo después de cerrar la puerta de casa: ¡Filadelfia!” (1)
(1) Los ingrávidos, Valeria Luiselli, 2011. Editado por Sexto Piso. La escritora tiene propio twitter: https://twitter.com/ValeriaLuiselli
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