domingo, 10 de abril de 2022

El club de la lucha, de David Fincher

(Publicado en 2014)

 El club de la lucha es una obra maestra, para que quede claro, y a uno como que le impone escribir sobre este tipo de películas porque sabe que no estará a la altura. Recuerdo (o hago como que recuerdo) las sensaciones que experimenté la primera vez que la visioné: fascinación, letargo, incertidumbre, perplejidad. Es uno de esos films que deja “tocado” y hace preguntarse “¿qué cojones he visto?”: por eso es necesario un segundo visionado que deja todo bastante más claro. Ya en las siguientes revisiones el thriller del largometraje se queda en un segundo plano y sale a relucir el humor corrosivo, nihilista, sombrío, provocador. Porque salvo los últimos 30-45 minutos que son thriller puro, el resto destaca principalmente por ser una película de humor salvaje y macabro. Por lo menos, yo no puedo parar de reír teatral y profusamente; ahora mismo me viene a la mente quizá la escena más desternillante de todas: cuando el personaje que interpreta Edward Norton va al despacho del jefe y se empieza a dar de ostias a sí mismo para conseguir una indemnización por despido; la cara del jefe es brutal, uno se imagina cómo se puede sentir poniéndose en su situación, y de ahí las carcajadas irrefrenables que salen expulsadas de mi boca. Pasa la escena y todavía sigo riendo, completamente descojonado. Hay muchas más escenas de este tipo (especialmente las relacionadas con su actitud en el trabajo).

Por otra parte El club de la lucha es una película que hace pensar, no deja indiferente, activa el cerebro y lo pone en un estado alucinado. Replantea la cuestión de la jerarquía de la sociedad, por ejemplo. ¿Qué pasaría si todos los curritos de clase baja-media se rebelaran y se organizaran para derrocar a las élites? Hace ver, que aunque en el día a día podamos pensar lo contrario, el poder es de los mayoritarios, y ese no es otro que el pueblo llano. El primer problema para poder ejercer ese poder como tal es lo costoso y complicado que es la organización de todos los que están abajo en la pirámide, ya que cada uno piensa de una forma distinta, y el segundo, todavía mayor, es que una vez se consigue el poder, se convierten en tan villanos y viles como los que estaban mandando con anterioridad. Cambiar para no cambiar nada, lo que lleva intrínseco la condición humana.  Además, la propia organización sigue las normas jerárquicas de cualquier sociedad. Por lo que a mi entender plantea una doble vertiente filosófica: por un lado incita a la rebelión del pueblo ante el mangoneo que sufre por parte de los gobernantes y las élites adineradas; por el otro muestra que no es una solución óptima ya que la nueva sociedad creada será similar o peor en cuanto abuso de poder, porque no cabe dejarlo de lado: su forma de proceder es autocrática. Lo que yendo un poco más allá, lleva a pensar en los peligros ocultos que existen en cualquier sociedad para que pueda surgir una dictadura o autocracia: con gente insatisfecha y jodida, y alguien que consiga que se sientan realmente valorados y tenidos en cuenta, más una buena organización, sobra.  De ahí, reitero, el dualismo entre “¡que les den por culo a las élites!”  (sentimiento justo por las atrocidades e injusticias que comenten) y el peligro de un posible resurgimiento de un régimen autocrático.

Creo que en la película –a diferencia de la novela- también se da una importancia vital al amor. El personaje de Edward Norton se deshace de su alter ego (Brad Pitt), que tiene todas las cualidades que siempre quiso,  en gran medida por amor a Marla. Al menos es así cómo yo interpreté el final.

Muy rica en matices a la par que impactante –no se puede dejar de hacer referencia a cómo está rodado, en forma de “videoclip”, o la música escogida-, plantea muchas cuestiones sin solución y sobre las que recapacitar (el consumismo, el sentimiento de vacío y el de pertenencia a un grupo, la infelicidad, el trabajo-dinero como forma de esclavitud, etc.)

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