(Escrito en 2015)
"Sólo puedo
interesarme por alguien que se interesa por mí, aunque sea cuestión de
miradas", dice el protagonista, e indefectiblemente nos vemos
reflejados: ¡qué bien sienta sentirse el único ser del mundo, aunque sea
durante sólo unos minutos que parecen eternos! Al fin y al cabo, en el
juego de la seducción, pocas cosas más reconfortantes que una mirada de
reciprocidad.
"La gente siente satisfacción por tener la
sensación de ser útil", refiriéndose al friegue de los platos, pero que
va mucho más allá. Le parece obsceno, repugnante, y uno no puede más que
asentir interiormente.
Comenta que "se fija en mujer por
detalles externos, que podría portar cualquier otra", y en cierta forma,
a todos nos ocurre lo mismo: la magia del amor, de la atracción, en
gran medida está basado en el azar (aunque después él se inclina más por
el destino, las paradojas del pensamiento). Y más adelante, en cierta
medida relacionado: "Atribuyen la elegancia de un traje a la persona que
lo porta". Y es que en cuanto un hombre se pone un traje, o una mujer
un vestido, el hombre, por más rufián que pueda ser se convierte en un
caballero, y la mujer, en una dama.
O le pregunta: "¿Cómo
prefieres hacer el amor: tierna o violentamente?" Y el receptor no puede
reprimir una carcajada repleta de admiración.
Estas
afirmaciones y muchas más de la misma altura y osadía, pensamientos
lanzados a la mujer que pretende seducir por parte del protagonista, van
creando una sensación dionisíaca, de asombro, en dicha mujer, y por qué
no decirlo, en el espectador. El espectador va viendo cómo se
desarrolla esa relación hipnótica entre Veronika, una enfermera de
padres polacos adicta al sexo (como iremos descubriendo), y Alexandre,
el dandy, que vive en la casa de su novia. El inevitable triángulo
tendrá lugar.
Y el final del largometraje enmudecerá todo los
escuchado con anterioridad; Alexandre y Veronika invierten los
papeles, de tal forma, que Veronika, la mamá y la puta, se hace
auténtica protagonista, en un discruso final emocionante, emotivo,
rompedor, fascinante, etcétera: "¿Por qué las mujeres no pueden decir
que les apetece follar?", "Para mí no existen las putas", "Puedes
chupársela a cualquiera, puedes follar y no ser una puta",... Ante
lo que uno no puede más que asentir. Tras la declaración final de Veronika, el protagonista se
hace muy pequeño e incluso ridículo. Se impone la perspectiva de la
mujer.
Y queda en la atmósfera el anhelo del amor.
Uno
podría explayarse también sobre los roles del alcohol, la ciudad de
París, la literatura, los cafés, las clases sociales, el trabajo, el
mismo sexo y un largo etcétera. Y es que nos encontramos ante una absoluta obra maestra: una de esas películas que sería un crimen no ver antes de morir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario