sábado, 17 de diciembre de 2011

Benjamin Button, la terrible maravilla de David Fincher

La historia más triste jamás contada.

Debo confesarlo: termino de ver por primera y única vez El curioso caso de Benjamin Button. He quedado "tocado".

La muerte está presente a lo largo de toda la película, y nunca nos abandona. Se pierden vidas cada día, algunas nos importan, pero la vida, el espectáculo, debe continuar. Cada día es nuevo, y en cambio, la tristeza se va acumulando. Un día conoces a alguien y al siguiente desaparece. El sinsentido del vivir, lo macabro de la vida, el absurdo, es el principal aroma que desprende la pieza de Fincher. Da igual que se invierta el sentido, las fases. Los seres queridos, si es que los tenemos, se irán. Nosotros nos iremos. Los sentimientos, los recuerdos se perderán. Perecer antes o después, ésa es la cuestión. Mientras tanto, nos empeñamos en perder el tiempo, gastar el reloj que cuenta lo que nos queda en este mundo. Si no estás conforme con tu vida: empieza de nuevo, nunca es tarde. Si encuentras el amor, aprovechalo. Busca nuevas experiencias y especialmente, vivir acorde a tu corazón.

Obra maestra. Magistral. Emotiva.

Puedes estar loco como un perro rabioso por como fueron las cosas. Puedes insultar, maldecir el destino pero al llegar al final... debes resignarte

No hay nada malo en llorar.

martes, 1 de noviembre de 2011

Las palabras, la infancia y la literatura para Sartre

Boussenard y Jules Verne no pierden la ocasión de instruir; en los instantes más críticos, cortan el hilo del relato para lanzarse a la descripción de una planta venenosa, de un poblado indígena. Como lector, me saltaba esos pasajes didácticos; como autor, llenaba mis novelas con ellos; pretendía enseñar a mis contemporáneos todo lo que ignoraba; las costumbres de los fueguinos, la flora africana, el clima del desierto. Separados sin quererlo y luego embarcados sin saberlo en el mismo barco y víctimas del mismo naufragio, el coleccionista de mariposas y su hija se aferraban a la misma boya, levantaban la cabeza, los dos daban un grito: "¡Daisy!", "¡Papá!". Desgraciadamente un tiburón buscaba carne fresca, se acercaba, brillaba su vientre entre las olas. ¿Escaparían de la muerte los desgraciados? Iba a buscar el tomo "Pr-Z" del Larousse, lo llevaba penosamente hasta mi pupitre, lo abría en la página correspondiente y copiaba palabra por palabra pasando a la otra línea: "Los tiburones son comunes en el Atlántico tropical. Estos grandes peces de mar muy voraces, alcanzan hasta trece metros y pesan hasta ocho toneladas..." Yo me tomaba el tiempo de transcribir el artículo; me sentía deliciosamente aburrido, tan distinguido como Boussenard y, como aún no había encontrado la manera de salvar a mis héroes, seguía tomándome el tiempo entre exquisitas angustias. (p.120-121)


Este párrafo revelador desvela, en cierta manera, la "metodología Houellebecq". Y deja patentes las influencias "confeccionales" de Michel. La divulgación como pausa, como respiro, tanto para el creador como para el autor. De esta forma, éste último, dispone del tiempo necesario para pensar o pulir más la trama o las ideas que se deseen expresar sin quedar "paralizado". Houellebecq es un genial escritor, puede que no en la cantidad y dominio de los recursos (aunque pienso que está infravalorado en este aspecto), sino por la capacidad de crear un abismo en el interior, la mente y el corazón, del lector. Vacío. Y la estrategia descrita, parece ser que influenciada por Boussenard y Verne, le ayudan a ello. Porque la explicación de la vida de una mosca o del funcionamiento de un avión, por poner dos ejemplos, aportan ese respiro a veces necesario en la desoladora atmósfera típica houellebequiana, que sin embargo es un respiro ficticio, ya que digamos, hace "mirar hacia otro lado" sin cambiar el estado de ánimo. Y cuando quiere nos devuelve a donde estábamos, o a otro lugar, pero con el mismo regusto amargo y la misma avidez por seguir leyendo, si no adicción.

Las palabras de Jean-Paul Sartre es una autobiografía centrada sobre todo, en la niñez del autor y su relación con los libros, las palabras. Lo bueno es que transversalmente conocemos a su familia, la forma de pensar de Sartre o las experiencias que vivió. Así pues, se puede interpretar que las palabras son sólo la excusa, y al mismo tiempo, el motivo de su vida. Porque tal y como se cuenta: desde niño se vio atrapado por la magia de la lectura y de la escritura. Incluso se consideró un elegido. Tierna historia, a veces algo reiterativa; impecablemente escrita y sin embargo, creo que le falta algo de "poesía": se nota la emoción del autor al rememorar su infancia y en cambio no logra contagiar al lector (al menos a este lector que ahora escribe). Conforme se acerca al final, sus aseveraciones, o sus opiniones, van ganado en concisión y precisión; a mi juicio, se vuelven más brillantes, probablemente porque en estos momentos ya dejó atrás la niñez y toda la incertidumbre e incapacidad del "pensamiento enfocado" de esta etapa.

Es mi costumbre y además es mi oficio. Durante mucho tiempo tomé la pluma como una espada; ahora conozco nuestra impotencia. No importa, hago, haré libros; hacen falta; aun así sirven. La cultura no salva nada ni a nadie, no justifica. Pero es un producto del hombre: el hombre se proyecta en ella, se reconoce; sólo le ofrece su imagen este espejo crítico. (p.214)


PS: BONUS TRACK: Y en algún momento de la autobiografía nos declara el leit motif de su oficio y su pasión: "Como estaba perdido, para obedecer a Karl acepté la aplicada carrera de un escritor menor. En una palabra, me lanzó a la literatura por el cuidado que puso en separarme de ella; hasta el punto que aún hoy me ocurre que me pregunte, cuando estoy de mal humor, si no he consumido tantos días y tantas noches, llenado tantas hojas de papel con mi tinta, lanzado al mercado tantos libros que nadie deseaba con la única y loca esperanza de gustar a mi abuelo. Sería una farsa: más de cincuenta años después me encontraría embarcado, para cumplir la voluntad de un hombre muerto hace mucho tiempo, en una empresa que él no dejaría de condenar. (p.137)"
Título: Las palabras
Autor: Jean-Paul Sartre
Traducción: Manuel Lamana
Editorial: Losada
216 páginas

domingo, 23 de octubre de 2011

El ejército enemigo de Alberto Olmos

El libro comienza bien, con una primera y segunda frase que se pueden entender como un minitributo a Albert Camus y/o Michel Houellebecq:

“Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero eso no quiere decir nada. Quizá fuera ayer.” (Inicio de El extranjero, Albert Camus)

“Mi padre murió hace un año. No creo en esa teoría según la cual nos convertimos en verdaderos adultos cuando mueren nuestros padres; nadie llega a ser nunca un verdadero adulto.” (Inicio de Plataforma, Houellebecq)

“Dijo que tenía algo para mí, por eso estaba aquel día de camino hacia la casa de mi amigo muerto. Su madre me lo dijo.” (Inicio de Ejército enemigo, Alberto Olmos)


Incluso logra su propósito de transmitir la mediocridad, la monotonía, la imperfección o la bajeza del ser humano. Además de la impostura reinante en la sociedad occidental: la contradicción y la hipocresía de la gente por fingir que se interesa por los demás, que se solidariza por los menos beneficiados en este mundo de azares; cuando lo único que hacen es adoptar una pose, y en algunos casos, tranquilizar sus conciencias. La novela avanza despacio con solidez, recordando en los primeros pasajes y las primeras páginas, un estilo houellebequiano; intercalando la narración de la vida del protagonista, un trabajador mediocre con una vida mediocre, con una visión crítica de la sociedad y del ser humano. En cambio, llega un momento que en mi opinión, se embarulla toda la trama, se pierde el hilo principal, nos vemos abocados a un exceso de modernez y a querer reflejar la realidad contemporánea con demasiado realismo (blogs, redes sociales, correos electrónicos, videos porno, sexo por internet, etc.): quizá no sea por esto por lo que falla la novela, además la idea es original e interesante (un amigo muerto le deja la clave de su email como herencia para que pueda hurgar), sino porque da la sensación de ser todo un poco caótico e improvisado y también de ser la trama algo débil. Desde este punto de vista, podemos afirmar que lo importante en este caso no es la acción, sino el mensaje contenido. Crítico, certero, políticamente incorrecto, nada maniqueo. Son opiniones, reflexiones, análisis argumentados, exposiciones que no deben dejar indiferente al lector; que tienen por objetivo hacer mirarse a uno mismo. Sobre las relaciones con los demás, el egoísmo innato a la condición humana, el poder del capitalismo, la manipulación que ejerce una herramienta que se ha vuelto fundamental como la publicidad, la ventaja del sexo femenino sobre el masculino, la identidad y la importancia que le otorgamos y cómo cuidamos de guardar nuestros secretos y nuestra intimidad, la hipocresía, incluso esquizofrenia –como se dice en la novela- de las personas que apoyan cierta causa solidaria para después irse de cena, de putas, de copas, etc. y olvidarse del asunto, si es que alguna vez pensaron en él, el idealismo de la pujante juventud para convertirse, con el paso del tiempo, en un molde de algo contra lo que luchaban, la bajeza moral/ética y falta de conciencia de políticos y ONGs y más gente que roba con descaro, la inutilidad de cualquier acción para intentar "cambiar el mundo a mejor" (y lo ridículo de la expresión), la mediocridad de la personas y la poca importancia de sus vidas, etc. Etc. En ese sentido, es un libro fértil, que invita a la reflexión; con el desenlace final da un contraste mayor a lo que pretende comunicar. Pero el timorato y hasta banal y poco verosímil argumento, le resta fuerza; creo que tampoco contribuye algún lucimiento suyo personal en el manejo del lenguaje que poco contribuye a dotar de interés el argumento, más bien lo contrario, hacen que pierda fluidez y agilidad, o el abuso de explicaciones de ciertos significados, la repetición de ideas en una misma frase, la sobreabundancia de aclaraciones de ciertos aspectos.



En cambio, me gusta mucho su inventiva y dinamismo para crear diálogos y hacer que funcionen, en la que en esta ocasión creo que se prodiga poco. Los diálogos son vida, un respiro, un cambio de ritmo que no deben desdeñarse así como así; contribuyen a coger oxígeno, a ganar en fluidez e interés si están bien escritos, y esto es algo que Olmos sabe hacer muy bien. Personalmente creo que Fátima es un filón desaprovechado por el autor, posiblemente también Eduardo; apenas son trazados, se centra demasiado en el protagonista y sus demonios, olvidándose del resto. Especialmente Fátima podría ser esa chica de la portada: activa, luchadora, positiva, inteligente, ingenua, con ganas de comerse el mundo. Y parece que lo es, pero nos quedamos con ganas de más.

En definitiva, no me ha parecido una obra redonda, ni mucho menos; creo que le falta fuerza, chispa y capacidad de despertar el sentimiento empático en el lector, además de un argumento con mayor consistencia. En cambio sí es en cierto sentido experimental y arriesgada, e incluso interesante, pero fallida al fin y al cabo. Tampoco por ello una mala novela. Quizá es que servidor esperaba más; creo que buena parte de la narración se pierde por recovecos intrascendentes. Ello no es óbice para reconocer que la novela, en sus altibajos, tiene puntos álgidos notables.

PS: también me parece advertir un guiño a su primera novela “A bordo del naufragio” con la referencia a Pessoa.

PS2: y muchas citas interesantes, como las del ¿ficticio? Zacarías Munt: "Saber la verdad no nos impide actuar como si no la supiéramos. Saber la verdad es inútil, lo único útil es otra realidad."

Título: Ejército enemigo
Autor: Alberto Olmos
Editorial: Mondadori
279 páginas

viernes, 22 de abril de 2011

El ojo, de Vladimir Nabokov

Como viene siendo habitual en los libros de Nabokov, siempre me salto los prólogos del propio autor, escritos años después de las novelas, que siempre te desgranan parte de la historia. No lo hago porque considero que sea fundamental no conocer de que trata la historia (me encantó Trainspotting de Irvine Welsh, leído tras haber visionado la película de Danny Boyle en dos ocasiones), sino porque la incertidumbre del libro, el desconocimiento total o ligeramente parcial, empujan, al menos en mi caso, a agarrar el libro con más ganas. No obstante, reconozco que una ligera reseña siempre viene bien, para saber a grandes rasgos, de qué va a tratar. Con Nabokov creo que da igual, es un autor (artista) recomendadísimo. Siempre se aprende algo, se encuentra alguna cosa, se emociona uno, de alguna manera, con un libro suyo. Es un maestro.

Pues yo no existía; sólo existen los millares de espejos que me reflejan. Cada nueva amistad aumenta la población de fantasmas que se me aparecen. Viven en algún sitio, se multiplican de alguna forma. Yo solo no existo. Sin embargo, Smurov continuará viviendo durante largo tiempo. Los dos niños, esos discípulos míos, crecerán y alguna imagen mía vivirá en ellos como parásito tenaz. Y luego llegará el día en que morirá la última persona que me recuerda. Como un feto al revés, mi imagen también se desvanecerá y morirá dentro del último testigo del crimen que cometí por el mero hecho de vivir. Tal vez una historia casual sobre mí, una simple anécdota en la que aparezco yo, pasará de su hijo a su nieto y así mi nombre y mi espíritu aparecerán de en cuando durante un tiempo más. Luego llegará el fin.(p.134)


Esta cita, de la parte final de la novela, resume perfectamente el argumento y las inquietudes que al autor trata de reflejar. También es una historia de amor, una patética historia de amor no correspondido. Y una historia de "forzados exiliados". O de relaciones humanas. Pero el quid, el núcleo, la materia gris de El ojo, a mi parecer, es ésta. Nabokov va jugando con el lector y también con sí mismo, de forma que trata de explorar la propia vida del protagonista a través de sus ojos "fuera del cuerpo" y de los ojos "de los demás". Parece inquietarle, o al menos interesarle, la imagen que tenemos de nosotros mismos (si es que tenemos una concepción clara, ya que la vida es dinámica, y el ser humano experimenta numerosos altibajos a lo largo de los años, meses, días, horas, minutos e incluso segundos...) y la que tienen los demás. Porque proyectamos una imagen que depende de nuestro comportamiento, de nuestras decisiones, de nuestra forma de actuar, hablar, etc. y de las interpretaciones de nuestros compañeros de viaje en la vida e interlocutores (más o menos fieles, más o menos casuales). De esta forma, en este juego de espejos que es la vida; uno mismo es de muchas y diversas formas, es visto a través de diversos prismas, direcciones, puntos de vistas, y juzgado, por tanto, distintamente. Otro aspecto a destacar es el de la inmortalidad, vista como el no-olvido de la persona, el de una imagen cualquiera de la persona, el de una anécdota, del nombre,... a lo largo de generaciones y generaciones, hasta perderse en el abismo de la desmemoria. A lo que aspira todo artista. En ese sentido: autores como Homero tienen mucho mérito.

Asimismo, me gustaría destacar otras citas, referencias, disyuntivas; que (casi) todo ser humano con capacidad de raciocinio ha experimentado alguna vez a lo largo de su vida.

“La idea de la muerte, que antes me había asustado tanto, era ahora una cuestión intima y simple. Estaba asustado, terriblemente asustado del dolor monstruoso que podía causarme la bala; pero ¿asustado del negro sueño de terciopelo, de la oscuridad eterna, mucho más aceptable y comprensible que el insomnio de la vida?” (p.36)

¿Qué me importaba que fuera estúpida o inteligente, o cuál hubiera sido su infancia, o qué libros leía, o lo que pensaba sobre el universo? Realmente no sabía nada sobre ella, cegado como estaba por ese enamoramiento ardiente que lo sustituye y lo justifica todo y que, al contrario de un alma humana (a menudo accesible y apropiable), no puede ser aprehendido en modo alguno, del mismo modo que uno puede incluir entre sus pertenencias los colores de las nubes a la hora del crepúsculo sobre las casas negras, o el olor de una flor que uno respira incansablemente, con las fosas nasales tensas, hasta la intoxicación, pero sin sacarlo nunca por completo de la corola” (p.97)

“Es terrible cuando la vida real de pronto resulta ser un sueño, ¡pero cuánto más terrible es aquello que uno creía un sueño –fluido e irresponsable- comienza a convertirse de pronto en realidad!” (p.128)


¿Qué es peor: la muerte o la vida? Una vida llena de penurias, sufrimientos, temores, miedos, y por otra parte, capaz de proporcionar las más intensas alegrías, sentimientos, emociones. Excelente también me pareció la descripción del "flechazo", ése que hace que cuando vislumbramos a alguien a priori "especial", inmediatamente o casi, nos hace caer rendido a sus pies. Ocurre un clac en nuestro cerebro, se enciende (¿o apaga?) un interruptor, y sin conocer a esa persona; la adoramos, la tememos, deseamos estar junto a ella toda la vida. Se suele decir que la vida es un sueño, que pasa volando, en un suspiro de la niñez a la vejez; es nuestra memoria selectiva la que acorta los plazos y hace olvidar premeditadamente ciertas situaciones y vivencias. Muchas veces los sueños se vuelven pesadillas y viceversa.

Título: El ojo
Autor: Vladimir Nabokov
Traducción: Mireia Bofill
Editorial: Jucar
135 páginas

lunes, 18 de abril de 2011

Lecturas prestadas (II)

EL LECTOR, de Bernhard Schlink

El lector es una gran historia de amor; pero también una sutil reflexión sobre la condición humana. Lo mejor de esta historia es que no moraliza, o al menos, no lo hace desde un pedestal; ése que se autoatribuyen los charlatanes.

LA SEÑORITA ELSE, de Arthur Schnitzler

Monólogo interior con desenlace trágico y diversas interpretaciones, como todo lo que hace este autor. Retrato psicológico de una adolescente que, podríamos afirmar por primera vez, se ve forzada a actuar como una adulta; en el sentido más miserable de la palabra. En cambio: no parece preparada, la situación le supera; una vez acaba la levedad de la vida la apariencia de seguridad y fortaleza que trata de transmitir desaparece. Muy bien logrado e hilvanado: se masca la angustia de la protagonista, así como el choque de la situación que le está tocando vivir con el de sus valores morales, y la vergüenza (¿e inseguridad?) en la que le sume el quebrantamiento de éstos. ¿Qué es más importante: la familia o la rectitud de pensamiento? ¿En esto consiste la edad adulta; no es sólo un juego (el juego del flirtreo, del amor, de la imaginación, de los sueños, etc.)? Por otra parte: el relato está lleno de contradicciones, muy acorde con la edad de la protagonista (o la condición humana, más bien debería decir), que no sabe lo que quiere (¿o lo sabe demasiado bien? Esa barandilla de mármol frente al mar...) ni cómo enfrentarse a la vida que le toca vivir. Mezcla monólogo interior con acción-conversación. Apenas un brevísimo lapso de tiempo que da para mucho. Precisamente Schnitzler es citado en El lector, como un autor que "ladra pero no muerde".

EL LORO DE FLAUBERT, de Julian Barnes

Excelente biografía que mezcla ficción y no ficción; en la que el narrador adquiere un papel protagonista; en cierto modo parecido a Soldados de Salamina en cuanto a concepto, pero muy distinto en la prosa, la elaboración, en el uso del humor. Un humor muy inglés, negro y ácido, que ronda a lo largo de todo el libro. Así: nos podemos imaginar a Flaubert como un bufón, o como alguien distinguido al que gusta de bromear y hacer el payaso, o como a un genio incomprendido, o como a un niño mimado cómodo con su situación, etc., etc.

martes, 5 de abril de 2011

Lecturas prestadas (I)

EL BAILE, de Irène Némirovsky

Relato breve que muestra el mundo desde el prisma de una niña de 14 años con tremenda verosimilitud. Una niña que quiere ser niña para algunas cosas y adulta para otras. Muestra, también formidablemente, la bajeza y el egoísmo humano: aquí no hay buenos. Y por supuesto, la importancia de las apariencias, el estatus, el dinero, la fama,... La mentira como vía y forma; la farsa que es la vida.


VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN, de Antonio Orejudo

Ingeniosa historia en tres partes: más bien son dos relatos que encuentran nexos de unión para fundirse en novela. El relato dentro del relato dentro del relato dentro del relato... y la experimentación de estilos. Además, una visión de la vida humorística (humor negro) pero sombría, perturbadora e irónica. Creo que le falta algo de fuerza narrativa.

Comienzo espectacular:
Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda. Imaginemos que este hombre no regresa jamás de su ensimismamiento, y que ella tiene que internarlo en una clínica para enfermos mentales al norte del país. Nuestro libro comienza a la mañana siguiente, cuando esta mujer regresa en tren a su domicilio tras haber finalizado los trámites de ingreso, y el hombre que está sentado a su lado, un hombre joven, de nariz prominente, ojos saltones y alopecia prematura, que viste un traje azul marino y lleva sobre las rodillas una peculiar carpeta de color rojo, se dirige a ella con esta pregunta tan peregrina:
- ¿Le apetece que le cuente mi vida?
Otras frases dignas de ser rescatadas:

“Salvó la vida de muchos, cuidó de todos y no quiso nunca que su trabajo se confundiese con la caridad, que de todos los egoísmos, solía repetir, es el más perverso porque se disfraza de altruismo y generosidad” (p.24)

“Si te encuentras ante una disyuntiva piensa que los dilemas morales a la hora de ganar dinero son las trampas que la burguesía coloca en el camino de los escritores con la esperanza de que caigan en ellas y sigan siendo pobres y espirituales hay que negarse a colaborar en la construcción de ese espejismo” (p.74)

“Es cierto que el mundo cambia, es cierto que tú eres vieja, podría incluso aceptar que yo soy una momia, pero las personas... las personas no cambian tanto, Helga, las personas siguen siendo las mismas.” (p.83)

“¿Para qué llevar una vida de trabajo y de honestidad intelectual? ¿Para qué consagrarse a la lectura y al estudio? ¿Para que luego una mala conexión neuronal pusiera en tela de juicio las cuatro cosas, verdaderas o falsas, en las que uno se había ido apoyando para avanzar a trompicones en esta selva de vida?” (p.94)



RETRATOS, de Truman Capote

Capote escribe maravillosamente bien: precisión, variedad de vocabulario, manejo del ritmo y la distancia. Estos relatos son una auténtica joya para dejar volar la imaginación y sumergirte en el pasado no-vivido. Su breve ensayo sobre la belleza (y el talento) (Un grupo de cisnes) es una obra maestra; también me parecieron magníficos Una adorable criatura (sobre Marylin Monroe), El duque en sus dominios (Marlon Brando como protagonista) y Recordando a Tennesse (su amigo, el literato Tennesse Williams).

domingo, 20 de marzo de 2011

La lenta burocracia

Odio la burocracia. Seguro que la mayoría ha tenido problemas de índole relacionada con la maldita burocracia, que en principio fue diseñada para facilitar las cosas, pero, ay amigos, casi nunca se cumple este supuesto principio. Para cualquier trámite o gestión son necesarios multitud de papeles, tiempo perdido, viajes,...

Para conseguir alguno de esos papeles toca desembolsar una cantidad de dinero. En las largas instrucciones oficiales, generalmente, no está bien explicado lo que debe hacer y presentar el ciudadano; el lenguaje robotizado y el exceso de las propias instrucciones en lugar de ayudar lía más las cosas. Y ya si hablamos de las vueltas que en muchas ocasiones te hacen dar, por no decir claramente dónde y cuándo se hace tal cosa...

No soy el único que piensa de esta forma. Por ejemplo, William Burroughs, en El almuerzo desnudo (Anagrama), además de fascinar con sus alucinados lenguaje y métodos-estructura (cut-up), donde las drogas y su efectos se ven plasmados de forma extraordinaria, deja un recadito difícil de olvidar a las administraciones:

La democracia es cancerígena y su cáncer es la burocracia. Una oficina arraigada en un punto cualquiera del Estado, se vuelve maligna como la Brigada de Estupefacientes, y crece y crece reproduciéndose sin descanso hasta que, si es controlada o extirpada, asfixia a su huésped, ya que son organismos puramente parásitos (...) Una oficina opera a partir del principio inventar necesidades para justificar su existencia. La burocracia es tan nefasta como el cáncer, supone desviar de la línea evolutiva de la humanidad sus inmensas posibilidades, su variedad, la acción espontánea e independiente, y llevarla al parasitismo absoluto de un virus... La burocracia muere cuando se derrumba la estructura del Estado. Las oficinas son tan incapaces e inadecuadas para tener existencias independientes como una solitaria sin tripa.


El Oficial del Juzgado tiene su despacho... De hecho, allí es donde tramitan los casos civiles, prolongándose los trámites de modo inexorable hasta que los litigantes mueren o retiran su caso. Esto se debe al enorme número de expedientes que se ocupan absolutamente de todo, expedientes que están archivados en lugares equivocados, de modo que nadie excepto el Oficial del Juzgado y su equipo de ayudantes pueden encontrarlos, aunque a veces se pasan años buscándolos.


Burroughs no es el único que expresa su malestar sin tapujos. No tan tajante, ni tan agresivo, Alexandr Solzhenitsin también hace referencia a lo inhóspito de la burocracia en el relato La casa de Matriona (Seix Barral), ridiculizando el funcionamiento de ésta:

Aquel otoño tuvo Matriona un sinfín de contrariedades. Las vecinas le sugirieron la idea de reclamar una pensión. Estaba completamente sola en el mundo y la dieron de baja en el koljós cuando se agravó su enfermedad. Era víctima de muchas injusticias: estaba enferma y no la consideraban inválida; había trabajado un cuarto de siglo en el koljós y, como no había trabajado en una fábrica, no le correspondía una pensión por sí misma, pudiendo solicitarla únicamente por su marido, es decir, por pérdida del sostén de la familia. Como su marido había muerto hacía doce años, al comienzo de la guerra, ahora tropezaría con dificultades para obtener, en los diversos sitios donde él trabajó, los certificados que acreditasen el tiempo que prestó sus servicios en cada uno de ellos y el sueldo que percibía. Tendría que gestionar esos certificados; conseguir que justificaran en ellos que el hombre cobraba unos 300 rublos al mes; legalizar otro certificado atestiguando que vivía sola y no recibía ayuda de nadie; otro con la edad que tenía; después tendría que presentar todos esos documentos a la Seguridad Social; luego, seguramente, tendría que volverlos a entregar. Y, además, debía estar pendiente de si le concedía la pensión o no. (...) Por un punto o una coma le hicieron andar dos meses de oficina en oficina. Cada indagación le obligaba a perder la jornada entera. Si iba al Soviet Rural resultaba que aquel día no había acudido el secretario, que no estaba sencillamente, como ocurre a menudo en los medios rurales. Y tenía que volver al día siguiente. Entonces encontraba al secretario, pero el secretario no tenía los sellos en su poder. Y se veía precisada a volver por tercera vez. Y por cuarta, porque por defectuosidad en la vista estamparon la firma en el papel que no correspondía.


Querida burrocracia: gracias por facilitar siempre y tanto las cosas.

jueves, 17 de marzo de 2011

La casa de Matriona, de Alexandr Solzhenitsin

A través de este relato Solzhenitsin hace una dura crítica a la sociedad de su tiempo, a los personajes que encarnan una aldea como ejemplo, y por tanto también a la condición humana. La historia se desarrolla pausadamente, sin precipitación, con sosiego y maestría; poco a poco va introduciendo nuevos detalles, acciones, personajes, hasta conseguir un relato muy sólido. El autor refleja una sociedad representada por unos seres que demuestran exagerado egoísmo y materialismo; además de actuar muchos de ellos con actitud desleal y dañina para con el personaje principal, Matriona, que es vista y descrita a través del narrador. Las máscaras que portan en vida, las "leyes no escritas" que se empeñan en seguir a rajatabla, la precipitación y las prisas por hacerse con algo que no les pertenece, el aprovechamiento de una persona que está en desigualdad a la hora de defenderse, la poca previsión, las costumbres que se instalan como tradiciones sin sentimientos (¡ay, las plañideras!), etc., etc. Son muchos los negativos rasgos humanos que nos son descritos y que siguen teniendo vigencia a día de hoy, como la tuvieron en el pasado y la tendrán en el futuro. Porque si algo debemos tener claro es que, la condición humana es incapaz de cambiar, ni mucho menos para bien.

La historia nos es introducida por el narrador, que también es protagonista, aunque "aséptico", que apenas interviene en los momentos decisivos; nos cuenta lo que hace, siente y pasa, pero realmente no tiene ni voz ni voto, ni valor para mojarse, o al menos esa es la impresión que me transmite. Aun siendo una especie de homenaje hacia Matriona este relato, uno se pregunta si no podría haber hecho más por ayudarla. Quizá no: ya que hay pocas cosas más bonitas que el entendimiento mutuo y la aceptación a través del silencio, de las pocas palabras.

De Matriona, sin duda la gran protagonista de la historia, me gusta por encima de todo que sea una anciana, una vieja, ya que a estas personas que sobrepasan cierta edad, solemos olvidarlas consciente o inconscientemente. No llaman la atención, incluso parece que molesten. Se nos muestra como alguien demasiado servicial, no tengo claro si bondadosa o no (el narrador opina que sí), repleta de dolores, que vive en la miseria. Ella, con la historia de su vida pasada a cuestas (que si la pensión, que si su marido, que si el hermano, que si su ahijada, etc.) , sigue pareciendo querer seguir adelante en la vida; trabajando lo indecible, ya que para ella el trabajo se convierte en su vida, le hace sentirle útil y le llena. Aunque los sobresaltos y la presión que tiene que soportar (y que muchas veces ella se empeña en soportar sin que se lo pidan), parecen abocarle hacia el desenlace (im)previsto. Un desenlace, que como cuenta el narrador, bien podría haberse evitado con mayores dosis de, a saber, humanidad, previsión, planificación, generosidad, etc., y menores de corrupción, falsedad, envidia, marrullería, y chapucería.

Aquí me enteré de que el llanto por un muerto no es una mera expresión de dolor, sino una política sui generis.


Título: La casa de Matriona
Autor: Alexandr Solzhenitsin
Traducción: Julia Pericacho
Editorial: Seix Barral (de la colección Obras Maestras de la Literatura Contemporánea, junto al relato Nunca cometemos errores) (actualmente descatalogado)
85 páginas

miércoles, 16 de marzo de 2011

Dietario Voluble, de Enrique Vila-Matas

Leer a Vila-Matas siempre es un placer; envuelve todo en un halo de misticismo y romanticismo; con ese ritmo acompasado, esa prosa poética, esa sutileza para dejar en evidencia, esa admiración que procesa a los escritores de verdad. Y sobre todo, hace parecer, a los tontos (y a los no tan tontos), inteligentes. Cuando leo a Vila-Matas me ocurre, que además de sumergirme profundamente en la lectura y ser partícipe de un relajante y extasiante placer, me siento inteligente. Y es que el autor tiene una voz y un estilo inconfundibles y tremendamente seductores. Es muy difícil no caer rendido a sus pies. Disfrutar de un Vila-Matas es como darse un baño caliente con espuma, mucha espuma, en un frío y húmedo día de invierno. Nos devuelve al niño que llevamos dentro: al menos yo hace tantísimo que no me doy un baño... desde que era pequeño, corroboraría. El tiempo se detiene, no sólo se detiene, sino que vuelve a recónditos lugares pasados, que recuerdas con gratitud.

Dietario Voluble es, por tanto, un libro indispensable para todos los fanáticos del escritor-artista. Una pieza de indudable calidad, donde a través de notas, se va mezclando realidad y ficción; aparecen reflexiones a partir de citas o viceversa, comentarios e interpretaciones de libros, situaciones cotidianas, intimidades y pensamientos, reflexiones, crítica a la sociedad (sútil pero radical y feroz), creatividad, metaliteratura y metacultura. Bluuurrrrrrrrrrr.... creo que soy un Vila-Matas-adicto.

Además, finaliza con una incertidumbre hasta el momento no resuelta: ¿Quién es Antoni Casas Ros? ¿Verdaderamente existe o es sólo un pseudónimo? Yo por el momento, me muero de ganas por leerlo.

Título: Dietario Voluble
Autor: Enrique Vila-Matas
Editorial: Anagrama (Colección Compactos)
275 páginas

domingo, 27 de febrero de 2011

Bajo el signo de Marte, de Fritz Zorn

Se me vienen a la mente adjetivos como pirómano, virulento y destructivo. Escrito desde las tinieblas, desde la rabia, desde el dolor, desde la irascibilidad, desde el miedo, desde el tormento, desde la reflexión,...

El autor es suizo; podría ser austríaco. Alucinante.

Título: Bajo el signo de Marte
Autor: Fritz Zorn
Traducción: Susana Spegler
Editorial: Anagrama
281 páginas (contando con el prólogo de Adolf Muschg)

sábado, 26 de febrero de 2011

Tener y no tener, de Ernest Hemingway

Tengo entendido que Hemingway era un tipo duro. Que los héroes de sus novelas son tipos duros. En ésta se corrobora ya que, el personaje principal, Harry, es un tipo duro. Un tipo duro, que no tiene miedo a nada ni nadie, o más bien, que sigue adelante sin exteriorizar los miedos. Un tipo duro que actúa por intuición, y también, para salvaguardar a su familia. Sólo para su familia, el tipo duro se vuelve un poco menos duro, al menos a nivel emocional.

Novela muy entretenida, transparente, bien contada y explicada, intrigante. Como fondo las relaciones Estados Unidos-Cuba, aunque para mí, lo más interesante en sí, es la historia y como está escrita. Me ha llamado la atención que en capítulos aparecen como protagonistas personajes secundarios que en principio no tienen mucho que ver con la trama principal -historias paralelas-, que ni siquiera se resuelven, incluso en ocasiones aparecen una única vez (en un único capítulo); creo que se trata de un desahogo, un descanso "programado" tanto para el autor como para el lector. Recargamos pilas y seguimos en el meollo. Estrategia muy inteligente.

Hemingway, duro o no, mola.

Título: Tener y no tener
Autor: Ernest Hemingway
Traducción: Pedro Ibarzábal
Editorial: Pocket/Edhasa
217 páginas

jueves, 24 de febrero de 2011

Amras, de Thomas Bernhard

La musicalidad de Bernhard, su inconfundible voz, los mensajes que quiere transmitir, el doloroso espejismo de liberación que es para el autor escribir y dejar constancia de sus obsesiones, etc. hacen de él un artista único, inigualable. Lo peor de todo, lo más grave, es que sus obsesiones son tan humanas, tan reales, que en cualquier momento pueden hacer caer al lector en la vorágine que describe, adentrarlo en el mundo de ideas y sensaciones y perturbaciones relatado, sin escapatoria. Lo consigue.

Amras gira en torno al narrador y su mundo, la vida que ha conocido, la que le ha tocado vivir. Y ésta está dominada por la muerte. Todo matiz englobado en torno a la muerte. El suicidio de sus padres, la enfermedad de su madre, la crueldad de la sociedad, la convivencia con los demás y con uno mismo, las patologías (físicas y mentales) heredadas de sus padres, y éstos a su vez de sus padres, que también proceden de sus padres,... En definitiva: de la sociedad, y por qué no decirlo, de la condición humana. De forma original y creativa, se nos descubre un mundo obsesivo y perturbado; donde la irritabilidad y el pesimismo dominan el mensaje. Pero al mismo tiempo, es un libro tan oscuro, tan sombrío; que rezuma un fino halo de humor de gran calidad (y crueldad), ridículo y contundente. Un ejemplo:
Creo que, a causa de nuestra fuerza de sugestión, la de Walter y la mía, que se imponía siempre con enérgica violencia en el penoso camino que llevaba de Amras al internista, a través de la brutal población de Innsbruck, ya a unos cientos de metros de la casa del internista: mi Walter y, por parte de Walter, yo, como siempre, tengo, tengo que sentarme en mi sillón de epiléptico, nadie se atrevía realmente a sentarse en el único sillón de epiléptico que había en la sala de espera... tan pronto como mi hermano y yo, tan pronto como los dos estamos de camino a través de los huertos, dondequiera que sea, incluso en la torre aún, antes del Sill, y deseamos que el sillón de epiléptico esté libre, esté para nosotros, esté para Walter... y empleamos toda nuestra fuerza, no sólo la fuerza física, también mi fuerza espiritual, todas las fuerzas de que dispongo, también las fuerzas de Walter, tan pronto como los dos empleamos todas nuestras fuerzas en ese deseo y forzamos, sí, reforzamos ese deseo, a medida que, causándonos a menudo dolores inimaginables, nos acercábamos, subíamos, me decía, la silla de epiléptico de Walter estará libre, estará ahí para él... Cuando entrábamos, los pacientes de la sala de espera se asustaban siempre en silencio... luego cada vez más furiosamente locuaces, hundidos, según me parecía, en la ignorancia de sus enfermedades mortales... Por qué no tenía la casa, una de esas casas de estilo Secesión y, por ello, de aspecto tan desconsolado del centro de Inssbruck, no tenia un ascensor como todas las demás de su altura y de su antigüedad, como aquellas otras muchas casas estrechamente apiñadas, que aplastaban aquella ciudad de montaña con los motivos de desesperación más sólidos imaginables, a las que unos miradores salientes hacían ridículas, incluso insoportables, y que inducían y conducían a cualquiera en poco tiempo al crimen y la lujuria, me resultó inexplicable esa tarde... inexplicable también que un médico pudiera tener la idea de abrir su consulta en un tercer, cuarto, quinto y hasta sexto piso, al que no subía ningún ascensor, un especialista en epilepsia... la sala de espera , superpobalada a todas las horas del día, lo hacía todo más enigmático aún... de las cuatro paredes colgaban (cuelgan), en parejas de dos, uno sobre otro, lo que llamábamos "cuadros de epilépticos", que representaban hombres, mujeres, niños zorros, gatos y perros durante horribles ataques epilépticos... todas las formas imaginables de la epilepsia... toda una serie de la famosa y mal afamada "epilepsia animal e infantil del valle del Inn", pintada por Schlorhaufer... Lo importante es, me decía yo, y eso me lo decía siempre, que el internista es un buen internista...

A esto me refiero.

Bernhard es un genio. Atrapa, engancha, hace adicto de su literatura al lector. También es capaz de hundirlo en las miserias, o hacerle soltar la más larga carcajada, o incomodarlo e irritarlo,... toda una invitación a la reflexión, pero también a la locura.

Abras por donde abras el libro, de forma aleatoria, la página, siempre encuentras algo digno de reseñar, de ser anotado. La repetición en espiral, la concisión no-concisa, la reiteración acompasada; como enormes e invalorables recursos.

Título: Amras
Autor: Thomas Bernhard
Traducción: Miguel Sáenz
Editorial: Alianza
121 páginas

miércoles, 23 de febrero de 2011

Habitaciones exiguas, de James Purdy

Antes de comenzar la novela no tenía ni idea de que el significado de una palabra cambiaría para siempre, ya que, tras la lectura esto es lo que ha ocurrido. El mito del afilador se amplia en esta obra, que bien se asemeja a un culebrón con los te quiero, no te quiero, te odio, te mato, mátame, etc. Para más señas: un culebrón protagonizado por maricas.

Sin embargo, es la palabra "lardero", su significado, el que ya no volverá a ser lo mismo. Lardero es aquél que hace jabón hirviendo cadáveres de animales. Bien, pues uno de los protagonistas es el "lardero", el afilador de tijeras; figura obscura y sombría donde las haya. Precisamente por esto, contribuye a ampliar el mito, la leyenda, el valor, de este palabro. Un ser vil, sucio, rencoroso, manipulador, resentido, negativo,... y al mismo tiempo aniñado, esperanzado, dulce. En realidad no es él el "lardero", sino el hijo del lardero, o siendo más preciso, el nieto. Y en cambio, sí es el "lardero" a efectos prácticos. Contribuye por su forma de actuar y con su forma de pensar a ampliar el mito que se ciñe sobre él.

Aparte, diré que es una novela que está escrita (o traducida) de forma sencilla, que dice mucho con pocas palabras; en ocasiones contradictoria y obsesiva; gira en torno a la homosexualidad, el sexo y el amor, y todo lo que esto conlleva. Lo cierto es que aunque a simple vista los personajes de relevancia podrían tomarse por cuerdos, una vez finiquitada la lectura te hace pensar que es improbable que así sea. Vamos, yo diría que están colgados. Entretenida y amena, a veces perturbadora e incluso cómica (la línea es muy delgada), quizá demasiado maniqueísta y manierista.

Título: Habitaciones exiguas
Autor: James Purdy
Traducción: Marcelo Cohen
Editorial: Montesinos (actualmente descatalogado)
210 páginas