lunes, 18 de abril de 2011

Lecturas prestadas (II)

EL LECTOR, de Bernhard Schlink

El lector es una gran historia de amor; pero también una sutil reflexión sobre la condición humana. Lo mejor de esta historia es que no moraliza, o al menos, no lo hace desde un pedestal; ése que se autoatribuyen los charlatanes.

LA SEÑORITA ELSE, de Arthur Schnitzler

Monólogo interior con desenlace trágico y diversas interpretaciones, como todo lo que hace este autor. Retrato psicológico de una adolescente que, podríamos afirmar por primera vez, se ve forzada a actuar como una adulta; en el sentido más miserable de la palabra. En cambio: no parece preparada, la situación le supera; una vez acaba la levedad de la vida la apariencia de seguridad y fortaleza que trata de transmitir desaparece. Muy bien logrado e hilvanado: se masca la angustia de la protagonista, así como el choque de la situación que le está tocando vivir con el de sus valores morales, y la vergüenza (¿e inseguridad?) en la que le sume el quebrantamiento de éstos. ¿Qué es más importante: la familia o la rectitud de pensamiento? ¿En esto consiste la edad adulta; no es sólo un juego (el juego del flirtreo, del amor, de la imaginación, de los sueños, etc.)? Por otra parte: el relato está lleno de contradicciones, muy acorde con la edad de la protagonista (o la condición humana, más bien debería decir), que no sabe lo que quiere (¿o lo sabe demasiado bien? Esa barandilla de mármol frente al mar...) ni cómo enfrentarse a la vida que le toca vivir. Mezcla monólogo interior con acción-conversación. Apenas un brevísimo lapso de tiempo que da para mucho. Precisamente Schnitzler es citado en El lector, como un autor que "ladra pero no muerde".

EL LORO DE FLAUBERT, de Julian Barnes

Excelente biografía que mezcla ficción y no ficción; en la que el narrador adquiere un papel protagonista; en cierto modo parecido a Soldados de Salamina en cuanto a concepto, pero muy distinto en la prosa, la elaboración, en el uso del humor. Un humor muy inglés, negro y ácido, que ronda a lo largo de todo el libro. Así: nos podemos imaginar a Flaubert como un bufón, o como alguien distinguido al que gusta de bromear y hacer el payaso, o como a un genio incomprendido, o como a un niño mimado cómodo con su situación, etc., etc.

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