martes, 1 de noviembre de 2011

Las palabras, la infancia y la literatura para Sartre

Boussenard y Jules Verne no pierden la ocasión de instruir; en los instantes más críticos, cortan el hilo del relato para lanzarse a la descripción de una planta venenosa, de un poblado indígena. Como lector, me saltaba esos pasajes didácticos; como autor, llenaba mis novelas con ellos; pretendía enseñar a mis contemporáneos todo lo que ignoraba; las costumbres de los fueguinos, la flora africana, el clima del desierto. Separados sin quererlo y luego embarcados sin saberlo en el mismo barco y víctimas del mismo naufragio, el coleccionista de mariposas y su hija se aferraban a la misma boya, levantaban la cabeza, los dos daban un grito: "¡Daisy!", "¡Papá!". Desgraciadamente un tiburón buscaba carne fresca, se acercaba, brillaba su vientre entre las olas. ¿Escaparían de la muerte los desgraciados? Iba a buscar el tomo "Pr-Z" del Larousse, lo llevaba penosamente hasta mi pupitre, lo abría en la página correspondiente y copiaba palabra por palabra pasando a la otra línea: "Los tiburones son comunes en el Atlántico tropical. Estos grandes peces de mar muy voraces, alcanzan hasta trece metros y pesan hasta ocho toneladas..." Yo me tomaba el tiempo de transcribir el artículo; me sentía deliciosamente aburrido, tan distinguido como Boussenard y, como aún no había encontrado la manera de salvar a mis héroes, seguía tomándome el tiempo entre exquisitas angustias. (p.120-121)


Este párrafo revelador desvela, en cierta manera, la "metodología Houellebecq". Y deja patentes las influencias "confeccionales" de Michel. La divulgación como pausa, como respiro, tanto para el creador como para el autor. De esta forma, éste último, dispone del tiempo necesario para pensar o pulir más la trama o las ideas que se deseen expresar sin quedar "paralizado". Houellebecq es un genial escritor, puede que no en la cantidad y dominio de los recursos (aunque pienso que está infravalorado en este aspecto), sino por la capacidad de crear un abismo en el interior, la mente y el corazón, del lector. Vacío. Y la estrategia descrita, parece ser que influenciada por Boussenard y Verne, le ayudan a ello. Porque la explicación de la vida de una mosca o del funcionamiento de un avión, por poner dos ejemplos, aportan ese respiro a veces necesario en la desoladora atmósfera típica houellebequiana, que sin embargo es un respiro ficticio, ya que digamos, hace "mirar hacia otro lado" sin cambiar el estado de ánimo. Y cuando quiere nos devuelve a donde estábamos, o a otro lugar, pero con el mismo regusto amargo y la misma avidez por seguir leyendo, si no adicción.

Las palabras de Jean-Paul Sartre es una autobiografía centrada sobre todo, en la niñez del autor y su relación con los libros, las palabras. Lo bueno es que transversalmente conocemos a su familia, la forma de pensar de Sartre o las experiencias que vivió. Así pues, se puede interpretar que las palabras son sólo la excusa, y al mismo tiempo, el motivo de su vida. Porque tal y como se cuenta: desde niño se vio atrapado por la magia de la lectura y de la escritura. Incluso se consideró un elegido. Tierna historia, a veces algo reiterativa; impecablemente escrita y sin embargo, creo que le falta algo de "poesía": se nota la emoción del autor al rememorar su infancia y en cambio no logra contagiar al lector (al menos a este lector que ahora escribe). Conforme se acerca al final, sus aseveraciones, o sus opiniones, van ganado en concisión y precisión; a mi juicio, se vuelven más brillantes, probablemente porque en estos momentos ya dejó atrás la niñez y toda la incertidumbre e incapacidad del "pensamiento enfocado" de esta etapa.

Es mi costumbre y además es mi oficio. Durante mucho tiempo tomé la pluma como una espada; ahora conozco nuestra impotencia. No importa, hago, haré libros; hacen falta; aun así sirven. La cultura no salva nada ni a nadie, no justifica. Pero es un producto del hombre: el hombre se proyecta en ella, se reconoce; sólo le ofrece su imagen este espejo crítico. (p.214)


PS: BONUS TRACK: Y en algún momento de la autobiografía nos declara el leit motif de su oficio y su pasión: "Como estaba perdido, para obedecer a Karl acepté la aplicada carrera de un escritor menor. En una palabra, me lanzó a la literatura por el cuidado que puso en separarme de ella; hasta el punto que aún hoy me ocurre que me pregunte, cuando estoy de mal humor, si no he consumido tantos días y tantas noches, llenado tantas hojas de papel con mi tinta, lanzado al mercado tantos libros que nadie deseaba con la única y loca esperanza de gustar a mi abuelo. Sería una farsa: más de cincuenta años después me encontraría embarcado, para cumplir la voluntad de un hombre muerto hace mucho tiempo, en una empresa que él no dejaría de condenar. (p.137)"
Título: Las palabras
Autor: Jean-Paul Sartre
Traducción: Manuel Lamana
Editorial: Losada
216 páginas

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