domingo, 27 de febrero de 2011

Bajo el signo de Marte, de Fritz Zorn

Se me vienen a la mente adjetivos como pirómano, virulento y destructivo. Escrito desde las tinieblas, desde la rabia, desde el dolor, desde la irascibilidad, desde el miedo, desde el tormento, desde la reflexión,...

El autor es suizo; podría ser austríaco. Alucinante.

Título: Bajo el signo de Marte
Autor: Fritz Zorn
Traducción: Susana Spegler
Editorial: Anagrama
281 páginas (contando con el prólogo de Adolf Muschg)

sábado, 26 de febrero de 2011

Tener y no tener, de Ernest Hemingway

Tengo entendido que Hemingway era un tipo duro. Que los héroes de sus novelas son tipos duros. En ésta se corrobora ya que, el personaje principal, Harry, es un tipo duro. Un tipo duro, que no tiene miedo a nada ni nadie, o más bien, que sigue adelante sin exteriorizar los miedos. Un tipo duro que actúa por intuición, y también, para salvaguardar a su familia. Sólo para su familia, el tipo duro se vuelve un poco menos duro, al menos a nivel emocional.

Novela muy entretenida, transparente, bien contada y explicada, intrigante. Como fondo las relaciones Estados Unidos-Cuba, aunque para mí, lo más interesante en sí, es la historia y como está escrita. Me ha llamado la atención que en capítulos aparecen como protagonistas personajes secundarios que en principio no tienen mucho que ver con la trama principal -historias paralelas-, que ni siquiera se resuelven, incluso en ocasiones aparecen una única vez (en un único capítulo); creo que se trata de un desahogo, un descanso "programado" tanto para el autor como para el lector. Recargamos pilas y seguimos en el meollo. Estrategia muy inteligente.

Hemingway, duro o no, mola.

Título: Tener y no tener
Autor: Ernest Hemingway
Traducción: Pedro Ibarzábal
Editorial: Pocket/Edhasa
217 páginas

jueves, 24 de febrero de 2011

Amras, de Thomas Bernhard

La musicalidad de Bernhard, su inconfundible voz, los mensajes que quiere transmitir, el doloroso espejismo de liberación que es para el autor escribir y dejar constancia de sus obsesiones, etc. hacen de él un artista único, inigualable. Lo peor de todo, lo más grave, es que sus obsesiones son tan humanas, tan reales, que en cualquier momento pueden hacer caer al lector en la vorágine que describe, adentrarlo en el mundo de ideas y sensaciones y perturbaciones relatado, sin escapatoria. Lo consigue.

Amras gira en torno al narrador y su mundo, la vida que ha conocido, la que le ha tocado vivir. Y ésta está dominada por la muerte. Todo matiz englobado en torno a la muerte. El suicidio de sus padres, la enfermedad de su madre, la crueldad de la sociedad, la convivencia con los demás y con uno mismo, las patologías (físicas y mentales) heredadas de sus padres, y éstos a su vez de sus padres, que también proceden de sus padres,... En definitiva: de la sociedad, y por qué no decirlo, de la condición humana. De forma original y creativa, se nos descubre un mundo obsesivo y perturbado; donde la irritabilidad y el pesimismo dominan el mensaje. Pero al mismo tiempo, es un libro tan oscuro, tan sombrío; que rezuma un fino halo de humor de gran calidad (y crueldad), ridículo y contundente. Un ejemplo:
Creo que, a causa de nuestra fuerza de sugestión, la de Walter y la mía, que se imponía siempre con enérgica violencia en el penoso camino que llevaba de Amras al internista, a través de la brutal población de Innsbruck, ya a unos cientos de metros de la casa del internista: mi Walter y, por parte de Walter, yo, como siempre, tengo, tengo que sentarme en mi sillón de epiléptico, nadie se atrevía realmente a sentarse en el único sillón de epiléptico que había en la sala de espera... tan pronto como mi hermano y yo, tan pronto como los dos estamos de camino a través de los huertos, dondequiera que sea, incluso en la torre aún, antes del Sill, y deseamos que el sillón de epiléptico esté libre, esté para nosotros, esté para Walter... y empleamos toda nuestra fuerza, no sólo la fuerza física, también mi fuerza espiritual, todas las fuerzas de que dispongo, también las fuerzas de Walter, tan pronto como los dos empleamos todas nuestras fuerzas en ese deseo y forzamos, sí, reforzamos ese deseo, a medida que, causándonos a menudo dolores inimaginables, nos acercábamos, subíamos, me decía, la silla de epiléptico de Walter estará libre, estará ahí para él... Cuando entrábamos, los pacientes de la sala de espera se asustaban siempre en silencio... luego cada vez más furiosamente locuaces, hundidos, según me parecía, en la ignorancia de sus enfermedades mortales... Por qué no tenía la casa, una de esas casas de estilo Secesión y, por ello, de aspecto tan desconsolado del centro de Inssbruck, no tenia un ascensor como todas las demás de su altura y de su antigüedad, como aquellas otras muchas casas estrechamente apiñadas, que aplastaban aquella ciudad de montaña con los motivos de desesperación más sólidos imaginables, a las que unos miradores salientes hacían ridículas, incluso insoportables, y que inducían y conducían a cualquiera en poco tiempo al crimen y la lujuria, me resultó inexplicable esa tarde... inexplicable también que un médico pudiera tener la idea de abrir su consulta en un tercer, cuarto, quinto y hasta sexto piso, al que no subía ningún ascensor, un especialista en epilepsia... la sala de espera , superpobalada a todas las horas del día, lo hacía todo más enigmático aún... de las cuatro paredes colgaban (cuelgan), en parejas de dos, uno sobre otro, lo que llamábamos "cuadros de epilépticos", que representaban hombres, mujeres, niños zorros, gatos y perros durante horribles ataques epilépticos... todas las formas imaginables de la epilepsia... toda una serie de la famosa y mal afamada "epilepsia animal e infantil del valle del Inn", pintada por Schlorhaufer... Lo importante es, me decía yo, y eso me lo decía siempre, que el internista es un buen internista...

A esto me refiero.

Bernhard es un genio. Atrapa, engancha, hace adicto de su literatura al lector. También es capaz de hundirlo en las miserias, o hacerle soltar la más larga carcajada, o incomodarlo e irritarlo,... toda una invitación a la reflexión, pero también a la locura.

Abras por donde abras el libro, de forma aleatoria, la página, siempre encuentras algo digno de reseñar, de ser anotado. La repetición en espiral, la concisión no-concisa, la reiteración acompasada; como enormes e invalorables recursos.

Título: Amras
Autor: Thomas Bernhard
Traducción: Miguel Sáenz
Editorial: Alianza
121 páginas

miércoles, 23 de febrero de 2011

Habitaciones exiguas, de James Purdy

Antes de comenzar la novela no tenía ni idea de que el significado de una palabra cambiaría para siempre, ya que, tras la lectura esto es lo que ha ocurrido. El mito del afilador se amplia en esta obra, que bien se asemeja a un culebrón con los te quiero, no te quiero, te odio, te mato, mátame, etc. Para más señas: un culebrón protagonizado por maricas.

Sin embargo, es la palabra "lardero", su significado, el que ya no volverá a ser lo mismo. Lardero es aquél que hace jabón hirviendo cadáveres de animales. Bien, pues uno de los protagonistas es el "lardero", el afilador de tijeras; figura obscura y sombría donde las haya. Precisamente por esto, contribuye a ampliar el mito, la leyenda, el valor, de este palabro. Un ser vil, sucio, rencoroso, manipulador, resentido, negativo,... y al mismo tiempo aniñado, esperanzado, dulce. En realidad no es él el "lardero", sino el hijo del lardero, o siendo más preciso, el nieto. Y en cambio, sí es el "lardero" a efectos prácticos. Contribuye por su forma de actuar y con su forma de pensar a ampliar el mito que se ciñe sobre él.

Aparte, diré que es una novela que está escrita (o traducida) de forma sencilla, que dice mucho con pocas palabras; en ocasiones contradictoria y obsesiva; gira en torno a la homosexualidad, el sexo y el amor, y todo lo que esto conlleva. Lo cierto es que aunque a simple vista los personajes de relevancia podrían tomarse por cuerdos, una vez finiquitada la lectura te hace pensar que es improbable que así sea. Vamos, yo diría que están colgados. Entretenida y amena, a veces perturbadora e incluso cómica (la línea es muy delgada), quizá demasiado maniqueísta y manierista.

Título: Habitaciones exiguas
Autor: James Purdy
Traducción: Marcelo Cohen
Editorial: Montesinos (actualmente descatalogado)
210 páginas