lunes, 17 de junio de 2019

Detachment (El profesor), de Tony Kaye (2011)

Está lejos de ser una obra redonda, pero deja tocado al espectador. Podríamos decir que Detachment es una película de Todd Solondz desde la perspectiva de Tony Kaye. Es decir, pesimista hasta el extremo, aunque con otra forma de contarlo. Porque si queda algún mensaje tras esta película es que siempre se impone el egoísmo en nuestras vidas de mierda y que con ser muertos en vida y ser capaces de sobrellevar los problemas ya tenemos suficiente. Podría criticarse el uso de las cámaras, el pastiche que arma (con personaje reflejado en la misma película, autora de obras de pastiche excelentes), empero lo hace con tal talento que suma. Podría criticarse que se queda en la superficie de la mayoría de personajes, pero los enfoca con tal contundencia y falta de compasión que aniquila. Lo mejor de esta película es que rompe con el maniqueísmo intrínsecamente norteamericano de buenos y malos; cada cual ejerce acciones y pensamientos que beneficia o perjudica a uno mismo y segundos. Por ejemplo: vemos al protagonista principal (representado espléndidamente por Adrien Brody) enfadarse como un basilisco, fuera de sí, con la enfermera por llamarle a horas "intempestivas", y asimismo cómo acomete el cuidado de su moribundo abuelo pese a que sabe que abusaba de su difunda madre, y también como ayuda a una joven prostituta para después abandonarla. Y sinceramente, es una pena: el miedo a comprometerse, a permanecer en el mismo sitio, a mostrar debilidad sentimental, a dejarse llevar; probablemente afectado de por vida por sus traumas de niñez. Porque la relación que apenas se establece entre ellos es hermosa; con afecto, cariño y comprensión por parte de ambos, cada uno aporta al otro lo que necesita. Y en cambio no tiene reparos en hacer lo que considera que debe hacer. Dejar todo atrás. Ser un muerto en vida.

De cada personaje podemos extraer similares comportamientos y reflexiones.

El presente es una mierda y no hay futuro.

Me duele el estómago.

Con todas las objecciones que le queramos poner, sigue siendo un peliculón.

(Y uno se enamora de Sami Gayle).




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