Una novela sencilla en su prosa y en su forma, que a su pesar en ningún momento logra alzar el vuelo. Lo más novedoso es que en (casi) cada capítulo va entremezclando las vivencias separadas de los protagonistas, la madre y su hijo. Habiendo leído El extranjero de Camus, donde tras la prosa sencilla de la primera parte, en la segunda te rompe la crisma con tal exposición de alegatos y la verbosidad de los pensamientos, la comparación resulta inevitable (por no mentar a Agota Kristof). Parece claro que la autora pretende mostrar la incomunicación inevitable entre generaciones maternofiliales, o el egoísmo del ser humano en busca de la (in)felicidad, pero resulta fallida. Como mal menor: se lee con facilidad.
Valoración: 3,5/10
Yo la abandoné en la página 60. Me parecía insufrible.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Francisco. Yo seguí por la facilidad de lectura y porque intentas meterte en situación. Lo que más sorprende (bueno, cada vez menos) son las alabanzas de contraportada y fardo.
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